En un antiguo colegio, edificado hace cientos de años, donde reposan muchas historias, algunas en el olvido, otras siguen latentes en las mentes y corazones de quienes aún frecuentan o evitan el lugar. Una de esas historias se encuentra a simple vista, aunque su acceso está prohibido, pues en los baños de la zona más antigua del colegio reposa una entidad monstruosa, la cual no dudará en arrebatarle los fluidos corporales a quien se atreva a ingresar a sus sucios dominios.
Sucedió que una mañana de invierno un grupo de niños perseguía a otro, el más pequeño, el que era perseguido no dejaba de llorar mientras se seguía esforzando por correr, cuando repentinamente cruzó el umbral que separa al edificio moderno del antiguo, al cruzar y seguir corriendo, no tardó en darse cuenta de que ya no era perseguido y que a la distancia se encontraba aquel grupo de acosadores, los cuales se mantenían inmóviles y de alguna forma parecían preocupados. El niño se secó las lágrimas y les mostró su dedo corazón en señal de burla, pues sentía que evidentemente no le iban a hacer nada, pero aquel acto enfureció al más grande y robusto del grupo, el cual no dudo en perseguirlo, aún cuando el resto del grupo no se movió.
Ambos infantes corrieron, hasta que el más pequeño optó por esconderse en uno de los baños más cercanos. Una vez ahí se introdujo en una de las cabinas y aguardó impaciente a que su agresor no lo encontrase, pero este no tardó en azotar la puerta e ingresar a aquel sitio, un lugar en completo abandono, donde los dibujos en las paredes eran advertencias, así como una extraña figura, algo femenina de cabello abundante, la cual había sido dibujada sobre un espejo roto y al verla podrías ver tu reflejo frente al de ella.
Los gritos comenzaron, las puertas se azotaron en búsqueda de la víctima y al llegar a la indicada, el bravucón celebraba su victoria, cuando repentinamente el más pequeño mojo sus pantalones, posó su mirada por arriba de la cabeza de su agresor y este sonrió de forma burlona, pero al sentir un cosquilleo en su mejilla, volteó para ser sujetado por una entidad monstruosa, la cual le introdujo sus cabellos por el oído, de donde comenzó a extraer los fluidos internos del niño, el cual comenzó a desvanecerse lentamente hasta no quedar más que un saco de piel seca y huesos.
La entidad, ocupó el umbral de la cabina del baño, donde estaba el pequeño niño. Y posando sus garras en los marcos de la puerta extendió todos sus cabellos, los cuales asemejaban a tentáculos y un estridente grito emergió de lo profundo de aquel baño abandonado, aunque nadie lo escuchó.
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