El Sótano

Tras propagarse un nuevo virus, el mundo entero ingreso en una cuarentena. Para algunos significó sólo quedarse en casa, otros salieron de viaje.

Los últimos son la consecuencia por la cual ahora muchas personas sienten pánico, ! Han propagado el virus !

Pero no todos los que optaron por viajar lo hicieron por la misma razón. La familia Maldonado optó por alquilar una casa en el campo, ya que según el padre de la familia Maldonado, era mejor pasar 40 días rodeado por la naturaleza y libre de vecinos que encerrados en un departamento y rodeados de personas irresponsables. Con esta idea la familia se trasladó hasta una remota zona del país, cuyas casas algo antiguas hacían casi imposible que se dieran casos del temido virus.

El trayecto fue largo, pero al llegar una casa sencilla de color celeste les recibía.

En el pórtico un hombre de baja estatura y con vitíligo les esperaba.

La primera en bajar del vehículo fue la pequeña Marie Jane, una niña de 10 años, con cachetes gordos que se abultan al reír, su espíritu inquieto le hacia meterse en líos muchas veces.

— Hola. — dijo el Sr Maldonado mientras extendía su mano para saludar.

— Hola. — le respondió el pequeño hombre sin mover los brazos, en ese momento el Sr Maldonado recordó que no debía saludar de esa manera y se disculpó.

El pequeño hombre les condujo al interior de la casa, y mientras avanzaba les iba contando.

— Mis estimados amigos, la casa data de 1920, fue construida por un clérigo como su hogar y para sus ritos, con el tiempo esta se convirtió en lo que ahora ven, sólo una casa.

El pequeño hombre les mostró las dos habitaciones, el baño y la cocina, pero antes de salir de la cocina Marie Jane alzó su brazo muy alto y levantándose de puntillas pregunto.

— ¿Y esa puerta hacia dónde va?

Aquella puerta que señaló Marie Jane estaba a un costado del refrigerador, casi invisible, ya que había sido pintada para disimular su existencia.

El pequeño hombre esbozó una falsa sonrisa, luego suspirando exclamó.

— Mis estimados amigos, desde ahí se va al sótano… — decía el pequeño hombre hasta que fue interrumpido por la niña.

— ! Tenemos sótano !

Sus padres también celebraron la noticia, hasta que el pequeño hombre volvió a hablar.

— ! No ! Realmente no lo tienen. El sótano en cuestión está prohibido, no se puede acceder a el y es mejor que se mantenga así.

La Sra Maldonado protestó.

— Si hemos pagado por la casa, hemos pagado por ese sótano.

El pequeño hombre volvió a dibujar una falsa sonrisa en su descolorido rostro y dijo.

— Comprendo su queja, pero ahí sólo hay cosas viejas y sin uso. Además las escaleras para llegar son muy antiguas, pues si alguien bajase podría sufrir un terrible accidente y nosotros no nos hacemos responsables, pues les hemos advertido.

— ¿Nosotros? — preguntó el Sr Maldonado.

— Si, soy el representante del dueño, no soy el dueño.

Después de dar las indicaciones, el pequeño hombre les entregó las llaves de la casa y el se retiró en su vehículo.

La familia luego de terminar con su mudanza, se dispuso a cenar en la cocina, la pequeña Marie Jane tomó el juego de llaves e intentó encontrar la indicada para la cerradura del sótano, pero ninguna encajaba.

Al terminar la cena, la noche llegó con gran rapidez.

— ! Que rápido anochece aquí ! — exclamó la Sra Maldonado. Y bostezando se encaminó hacia la habitación con su esposo, por su parte Marie Jane se quedó jugando con su cuaderno para colorear, ya que había sido una de las cosas que la pequeña había pedido a sus padres en la pasada Navidad.

Las horas pasaron y los padres de Marie Jane dormían profundamente, pero la niña seguía en la cocina y sentada en la silla sentía como era presa de un pesado sueño. Hasta que unos pasos en el sótano la hicieron reaccionar.

La pequeña bajó de la silla, acercó su oído a la puerta y no escucho nada. Por lo cual al darse la vuelta e intentar irse, escuchó como algo se deslizaba por el suelo, al voltear una llave oxidada estaba frente a la puerta.

Marie Jane volteó en todas sus direcciones posibles y no encontró a nadie más, por lo cual se inclinó y levantó la llave, la cual estaba cubierta por una extraña viscosidad transparente.

Luego de limpiar sus manos y la llave con su vestido, se dispuso a probar la llave en la cerradura y sorprendente está encajó perfectamente.

La hizo girar, activando el mecanismo, el cual hizo que la puerta emitiera un ligero crujido, para después abrirse lentamente.

— ¿Hola? — dijo desde el umbral de la puerta Marie Jane, pero nadie respondió.

Luego tomando una linterna que estaba en la mesa, decidió explorar. Los escalones parecían infinitos, la luz se perdía y no veía el final de ellos, aún así Marie Jane decidió explorar.

Dando el primer paso la madera a sus pies crujió, pero ella prosiguió y en un momento ya estaba a la mitad, fue entonces cuando se detuvo y miró hacia atrás, no emitió ningún sonido, sin embargo creía escuchar una respiración profunda, casi ronca, parecía porvenir del fondo de la escalera.

Marie Jane iluminó a su alrededor y observó cajas, muebles, mesas, una cama, sábanas y lo que parecían ramas secas, ramas blancas.

« No, mejor me voy » se dijo a sí misma y dándose la vuelta regresó en sus pasos, pero la puerta rápidamente se cerró, Marie Jane quiso correr, pero al hacer los primeros intentos dejó caer la linterna, está rodó hasta el final, iluminando las ramas secas.

Marie Jane comenzó a gritar y golpear la puerta, nadie la escuchaba, sus padres dormían profundamente.

Sin opciones y con el rostro cubierto de lágrimas comenzó a bajar las escaleras lentamente hasta acercarse a la linterna. Al llegar a ella la tomó y la luz le mostró a un hombre de baja estatura, con cabeza enorme, en completa desproporción con el cuerpo, sonrisa malvada y complementos desnudo.

Marie Jane quiso gritar, pero el extraño hombre le colocó rápidamente sus pálidas y viscosas manos en su boca. Luego murmuró.

— No debiste bajar al sótano.


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