Cuarentena


Un grupo de personas corrían, detrás los militares junto con la policía abrían fuego. Nadie sabía porqué las personas en la calle corrían, ya que en primer lugar no debían haber personas en la calle debido a la cuarentena, pero las había. Algunas parecían heridas. 
Yo estaba  conduciendo mi vehículo, soy taxista y con lo del virus las cosas en la calle eran difíciles, no se hacía dinero. Pero ver correr a esas personas sin una razón, me pareció tan extraño, hasta que la emisora que estaba escuchando cambió su programación musical para colocar un mensaje presidencial, si, el presidente se dirigía a la nación en este momento. 
Yo asomé mi cabeza por la ventana de mi taxi mientras escuchaba al presidente decir: « No salgan de sus casas » lo decía enérgicamente, entonces lo vi. 
Aquéllo no era necesariamente grande, pero su aspecto similar a la de un pulpo, su forma de avanzar y devorar, por qué sí, morían personas. Aquella cosa los tomaba con sus tentáculos y los hacía explotar, aquel espectáculo fue espantoso. 
Quise dar marcha atrás, pero la persona que estaba en el vehículo detrás del mío, lo había abandonado y yo me encontraba ahora atascado. 
Me tocó correr como todos. 
Cada cierto tiempo volteaba y veía como otras criaturas semejantes aparecían, se lanzaban sobre la gente y los dejaban secos. 
Quise llamar a casa, pero nadie contestaba, quise buscar refugio pero todo estaba cerrado. Entonces observé a una camioneta negra, parecía del gobierno. Conducía a toda velocidad, hasta accidentarse contra otro vehículo, corrí a socorrer a las personas, pero antes de que pudiera abrir la puerta, me vi rodeado por militares que venían en otro vehículo. 
Una mujer, a la cual reconocí como la ministra de Salud iba en el vehículo accidentado. Nadie me preguntó quien era, simplemente me obligaron a correr con ellos, algunos decían, « El presidente ha muerto» fue entonces cuando ellos comenzaron a disparar hacia el cielo, les creí tontos, entonces otras criaturas semejantes a las primeras, pero de mayor tamaño aparecieron, a estas les colgaban pequeños cabellos del centro de su cuerpo, estos cabellos se extendían y salpicaban una especie de ácido. 
Era obvio que moriríamos, pero ¿Porqué?, me lo pregunté mientras corría por mi vida. 
Los militares nos llevaron a una Iglesia, hace mucho que no entraba a una y parecía extraño volver en estas circunstancias. 
Las puertas las cerraron, dejándonos solos con el pánico y la muerte afuera. 
Fue entonces que exigí respuestas. Jamás debí pedirlas. 
Aquellas criaturas espantosas, no eran otras cosas que personas infectadas por el virus y la única razón por la cual estaban aquí, era porque mi gobierno no consideró necesario cremar a los fallecidos. 
Según lo que le entendí a la ministra, el virus mutaba  en esa forma cuando el huésped moría, de ahí que el gobierno chino quemaba a los fallecidos, una sugerencia que nosotros no acatamos. 
Tenía miedo, pues nadie en casa respondía mis llamadas, y más porque mi hija de 13 años estaba infectada, pero estable en casa, o al menos eso creía yo. 
Maldecía cada segundo que estuve fuera de la casa, mi esposa me había pedido no ir a trabajar, pero me negué, mil veces me arrepiento. 
Escuché a los militares hablar de la primera ola. ¿A qué se referían?, era necesario una respuesta, pero está no fue necesaria, la entendí rápidamente cuando una de esas cosas arrancó el techo del templo, la luz del sol ingresó de forma cegadora. 
Su tamaño era descomunal, eran tantos. 
Los gritos, el sonido de las sirenas que alertaban no eran más fuertes que los gritos de aquellos que caían de los edificios, aquellos que se aferraban a sus familiares y después morían. 
Yo, cobardemente me escondí, corrí, sólo pude escuchar los gritos detrás de mí, y después solo habían restos de pus y una mezcla de sangre que burbujeaba en el suelo. 
Salí de ahí, hice lo imposible para llegar a mi casa. Quise ver ese edificio ahí, pero al llegar sólo habían escombros, como en todos lados, la ciudad estaba en ruinas. ¿Ellas habían muerto? Jamás lo sabría, yo seguiría buscando, aún cuando una de esas cosas podría ser mi hija. 
Estamos en cuarentena, estamos en guerra, jamás creí ver cosas así, cada día son más y nosotros menos.  


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